Covid Rural
- laszapatillasdelucia
- 16 oct 2020
- 2 Min. de lectura
Tras el confinamiento y en plena pandemia mundial ha llegado un nuevo BOOM a nuestras vidas, el de la búsqueda incansable de una casa en un pueblo.
Mucha gente, tras vivir estos meses en sus casas, se han dado cuenta de que no pueden sobrevivir en una casa normal otra pandemia, que ahora la vida en Madrid no es tan bonita, que necesitan respirar aire puro, relaciones más naturales y, sobre todo, una vivienda grande, con patio, zona ajardinada, piscina a ser posible... Y han visto un lujo en lo que hasta ahora para ellos no lo era.
Antes de nada, una pequeña aclaración. Señores y señoras urbanitas, en los pueblos tenemos casas normales, como las suyas de la capital, y también hemos estado encerrados. No todos tenemos jardín, no todos tenemos patio, no todos tenemos piscina y también hemos aplaudido desde las ventanas.
Porque me he encontrado muchos comentarios del estilo: “no, pero aquí en el pueblo no lo habéis pasado tan mal, podíais salir…” No, no podíamos salir, aquí también hemos vivido un confinamiento.
Pero bueno, se están vendiendo casas, hay gente que ha cambiado su residencia principal, hay gente que ha adquirido la que será su segunda residencia por si se diese otra vez esta situación, en definitiva, nos hemos vuelto al pueblo.
Y ya hemos visto la oportunidad en titulares como: “La España Vacía se vuelve a poblar”. Qué pena que hayamos necesitado de una pandemia para que se dignifique la vida en los pueblos. Pero no nos equivoquemos, el que empiece a llegar gente, que nuevas familias quieran venir a vivir, ya sea de continuo o por si acaso me quedo encerrado en mi piso de la capital, no es la solución a todos nuestros problemas.
Nuestro problema es que no tenemos la capacidad para hacer que la gente que ya había nacido aquí, pueda tener una vida digna, un trabajo y un futuro aquí. Obviamente agradeceremos siempre que haya gente que quiera invertir, de la forma que sea, en los pueblos, pero no es suficiente si no se hace algo con la política territorial de este país.
Esperemos que, con la llegada de estas familias al mundo rural, al menos los comercios y empresas que conocemos se vean más desahogados y no tengan que echar el cierre en un mundo, que pese a lo bonito que es, está falto de oportunidades.

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